¿Qué es lo
que sucede cuando la novela negra y la novela de enigma combinan sus
características tan diferentes? Todorov nos dice: la novela de suspenso. Existe
un enigma pero la acción presente ocupa el lugar central. Del mismo modo, la
novela negra nos presenta un relato que coincide con los acontecimientos,
dejando en un segundo plano la resolución del enigma; la reslución, en lugar ir
hacia atrás y generar intriga, al avanzar junto a los acontecimientos, lo que
“está por suceder” pasa a un primer plano dando de este modo origen a la
sensación de suspenso. En Tipología de la novela policial, el autor ruso anota,
además, que este relato se construye sobre constantes como la violencia (sobre
todo en el crimen) y la amoralidad de sus personajes. En Francia, tras la
segunda guerra mundial, Marcel Duhamel promoverá el género mencionando estos
tópicos –peleas, masacres, inmoralidad, emociones fuertes, amor bestial- en lo
que fue conocido como serie noire. Estos mismos conceptos luego e trasladarán
al cine de aquella época, dando lugar a lo que se conoció como film noir. Esta
denominación fue utilizada por los críticos franceses entre las décadas de 1940
hasta fines de 1950 para referirse a producciones cinematográficas filmadas en
blanco y negro, de estéticas expresionistas, con temáticas relacionadas a la
cinematografía del policial negro: drama criminal y suspenso.
Following
(1998) es considerada por críticas cinematográfica como la de Kevin Thomas,
para el diario Los Angeles Times, o la de Scott Timberg (crítico y columnista
de New Times Los Angeles), como un film neo-noir, tanto por su estética -blanco
y negro- así como por representar la inestabilidad emocional de sus personajes
en relación con un crimen. El neo-noir retoma los tópicos del film noir pero
los resignifica dando lugar a obras tan dispares como experimentales. Como
ejemplo podemos mencionar Le samuraï (Melville, 1967), Taxi Driver (Scorsese,
1976), Blade Runner (Scott, 1982) The Big Lebowsky (Cohen, 1998) o la reciente
Inherent Vice (P.T. Anderson, 2014). En todas ellas se presenta un hecho
criminal y se indaga en las psiquis de los personajes que atraviesan estas
peripecias, llegando a incorporar humor, fantasías oníricas (como en The Big
Lebowsky), tópicos de la ciencia ficción (Blade Runner) o monólogos internos
relacionados con el fluir de la conciencia (así como vemos en Taxi Driver).
Asimismo, y
de acuerdo a los contenidos expuestos por Ródenas en su ensayo Jarmusch y
Carver: se ha roto el frigorífico, podemos encontrar un conjunto de
características que justifican la inclusión de Following dentro de lo que
Ródenas entiende como modernismo en el cine. Tanto por el montaje que destruye
la voz lineal como por el modo en que transcurre la acción, en dos líneas
temporales que se cruzan todo el tiempo sin conexión aparente. Encontramos,
además, rasgos en su estructura narrativa que lo emparentan con el modernismo:
la mezcla de géneros y la elaboración de personajes moralmente híbridos. Sin
embargo, lo más novedoso del film (y en esto la crítica concuerda), es el modo
en que discurre la narración. Se la ha llegado a comparar con el modelo de un
caleidoscopio. Bajo esta metáfora podemos comprender la existencia de una
estructura dentro de la narrativa, algo que no se aprecia en el modernismo.
Precisamente allí es donde consideramos evidentes los elementos que más lo
conectan con las tradiciones literarias.
Following nos
introduce en un mundo donde podemos reconocer, en primer lugar, un paralelismo
con la literatura. Nolan, como sabemos a partir de entrevistas, es un gran
lector. La historia inicial que se cuenta, la primera, nos remite al relato de
Edgar Allan Poe, El hombre de la multitud. Allí, un hombre (el narrador,
protagonista) se encuentra en un café mirando a la gente pasar para luego ser
fascinado por un individuo particular, un anciano con un puñal escondido. El
protagonista sigue al anciano durante dos extensas jornadas en las cuales el
anciano no se detiene, sino que se entremezcla continuamente con la multitud.
El narrador comprende que allí reside su impunidad, en el anonimato, subyace
como amenaza latente. Walter Benjamin (1972) anota que “algo así como una
radiografía de la historia de detectives. El material de revestimiento que
presenta el crimen brilla en él por su ausencia. Sí que ha permanecido el mero
armazón: el perseguidor, la multitud, un desconocido que endereza su itinerario
por Londres de tal modo que sigue siempre estando en el centro.”
El
paralelismo entre esta historia y las primeras escenas de Following es más que
evidente. El film nos muestra al personaje-narrador en el interior de una
cafetería londinense de fines del siglo XX. Justifica, a través del
aburrimiento y la soledad, el comenzar a
seguir personas al azar, en la multitud. Esta “radiografía” de historias
detectivescas se vuelca luego en la matriz misma de la serie negra,
introduciendo personajes anónimos como The Blonde (la rubia) y The Bald Guy (el
hombre rapado), ambos estereotipos reconocibles dentro del género, la mujer
fatal y el gángster, respectivamente.
En un plano
similar tenemos al protagonista. Si bien lo oímos presentarse como “Bill” en
los créditos finales se lo menciona como
The Young Man (El joven). Esto nos lleva a considerar que Bill no es su nombre
real y que carece de escrúpulos para asumir otras identidades (como cuando se
presenta como Danny Lloyd). Carecería, por tanto, de identidad verdadera. El
único que posee un nombre propio es Cobb.
Cobb es el
hombre de la multitud que capta la atención del protagonista. Pero, a
diferencia del relato de Poe, decide enfrentar a su perseguidor y revelarle su
verdadera identidad: ladrón de guante blanco. Pero no deja de lado las
características del cuento al que hace referencia: Si Cobb es el hombre de la
multitud entonces subyace en él una amenaza latente y, además, el poder de
desvanecerse entre esa multitud. El protagonista nunca es consciente de ello
hasta que es demasiado tarde.
El
protagonista, el hombre solitario y aburrido, entonces decide cooperar con el
criminal. En esta historia no tenemos detectives. Es apenas una “radiografía”.
El crimen verdadero aún no ha ocurrido. Se trata todo de un simulacro que el
protagonista aún no ha comprendido.
En su Tesis
sobre el cuento, Ricardo Piglia anota que uno de los procedimientos del cuento
moderno es contar dos historias como si fueran una. Menciona como ejemplos dos
cuentos de Borges. Following funciona de un modo similar. Si como historia 1
teníamos la referencia a Poe y El hombre de la multitud, la segunda historia,
huidiza y construida sobre los estereotipos del género como hemos visto, bien
puede compararse con uno de los cuentos de Borges mencionados por Piglia. Nos
referimos a “El muerto”. En esta historia, Benjamín Otálora es un compadrito de
ciudad sin miedo a la aventura. Entabla relaciones con un contrabandista,
Azevedo Bandeira, se gana su simpatía e intenta (anhela) reemplazarlo en el
mando. Tiene algo de éxito y simpatizantes. Incluso conspira con la mano
derecha de Bandeira para asesinarlo. Sin embargo, al final, Otálora es
asesinado por el contrabandista, quien ya había previsto y permitido aquellas
glorias en vida al joven.
En Following,
el joven sin miedo a la aventura es algo dubitativo pero no teme correr
riesgos. Su acercamiento al mundo criminal lo lleva a cambiar su apariencia.
Sin embargo, en ningún momento puede abandonar quien es (un tipo desorientado
con anhelos literarios). Aquí la diferencia está en las motivaciones del
protagonista. Si a Otálora lo mueve el orgullo y la codicia, en Following el
joven será manipulado a través de sus pasiones. Sin embargo, el destino de
ambos queda sellado en cuanto entran en relación con los personajes del bajo
mundo. Si bien Azevedo Bandeira es un jefe contrabandista, podemos entender, al
final del film, que Cobb bien podría estar a sus servicios.
*
La influencia
literaria primordial del film (esto es, la alusión a “El hombre de la
multitud”, de Poe) puede identificarse a partir de los primeros minutos. Esta
historia luego da pie a la inclusión de personajes secundarios, innominados,
definidos como estereotipos del bajo mundo criminal de acuerdo a los tópicos
del policial negro. Estos personajes no tienen más función que la de ejecutar
sus acciones para cerrar el destino del protagonista.
Por otro
lado, el único personaje con nombre propio (Cobb), es la reconstrucción
criminal del hombre de la multitud. Pero ya no como un anciano con puñal sino
como un hombre de traje y con un bolso, objeto dispuesto a captar la
imaginación de cualquier paseante ingenuo. La “radiografía”, al decir de
Benjamin, se reconstruye en base al enigma que representa este personaje.
En la trampa criminal
que teje alrededor del protagonista existe una lógica de cuento moderno tal
como lo entiende Piglia: Nolan nos narra la historia de Cobb y su víctima como
si se trataran de dos historias diferentes, valiéndose para ello de un montaje
confuso pero donde sus piezas encajan perfectamente.