Crónicas Marcianas está inspirada en otras historias que
guardan profundas conexiones culturales más que con sueños de un futuro
posible. Como género literario, la ciencia ficción se desarrolló con mayor
solidez en el siglo XX. No es este un hecho casual ya que la Modernidad , como bien
analizan autores como Casullo (2009) o Berman (2013), es entendida como
resultado de la industrialización y el desarrollo tecnológico. Tal es así, que
la puesta en circulación del género vino acompañada con la proliferación de las
revistas pulp (como recuerda Isaac
Asimov en sus notas autobiográficas dentro de la colección La Edad de Oro de la ciencia ficción), es
decir, con el crecimiento de factores como la industrialización y el avance de la
tecnología en la producción masiva. Es de esperar que el género originado a
partir de estos factores surja de una necesidad de ir respondiendo a las inquietudes
primigenias que devienen con este desarrollo: ¿el avance tecnológico significa
desarrollo para la humanidad?
En este contexto encontramos, más específicamente en el año 1955, una
obra de Ray Bradbury que parece sintetizar tanto el modo estilístico del género
como las inquietudes que este planteaba. La obra en cuestión fue Crónicas Marcianas, hoy convertido en un
clásico del género.
Pero, ¿podemos hablar de algo clásico y a la vez contemporáneo?
Ciertamente así es. Desde el análisis literario Schmidt-Welle (2012) ha
definido lo clásico de un género como aquello que se coloca en relación con un tropo
o figura que remite a temas universales. La Sociedad para el Análisis de la Tópica Narrativa
(SATOR)
amplía esta definición al hablar de un mini escenario recurrente sometido a
“variantes” no recurrentes, es decir, espacios discursivos donde se “rompe” con
algunas de estas mismas convenciones. Si luego esta ruptura forma parte de los
convencionalismos, estamos delante de un nuevo tropo. Vemos entonces que se
establece una suerte de cadena donde encuentran vinculados y, muchas veces, en
relación con nociones como intertextualidad, connotación, mito, secuencia o
estereotipo, los cuales sirven para la construcción del tropo y su ruptura
continua. En ese sentido, solamente con retomar cualquier argumento de las
crónicas ficticias que componen esta obra de Bradbury podemos hallar ejemplos de
estas relaciones puestas en funcionamiento en modo tal que conectan el género ciencia
ficción con tradiciones muy diversas.
Para develar muchos de estos datos nos es útil el prólogo de Borges a la
edición de Minotauro, quien hace hincapié en textos específicos que responden o
reelaboran viejos mitos griegos. “¿Qué ha
hecho este hombre de Illinois, me pregunto, al cerrar las páginas de su libro,
para que episodios de la conquista de otro planeta me llenen de terror y de
soledad? ¿Cómo pueden tocarme estas fantasías, y de una manera tan íntima?”
se pregunta el reconocido autor argentino.
Me ha resultado curioso encontrar una conexión entre los cuentos de
Crónicas Marcianas y los de Borges: la obsesión por el otro, o por las
paradojas de la creación de la realidad (estoy pensando en el cuento Encuentro nocturno, en el que un hombre
se encuentra con un marciano y cada uno ve Marte en momentos diferentes de su
historia); o por la simulación. No obstante, es sabido que las preguntas
retóricas suelen ser efectivas estrategias argumentativas, y una de sus
características es que no necesitan de respuestas, puesto que ya las sabemos.
En el caso de Borges, su percepción de esta obra, y la obra en sí, se coloca en
relación a una serie de textos que remiten a temas y tópicos que han arraigado
profundamente en las culturas (a las que, como sabemos, el autor argentino
siempre les tuvo mucho aprecio). Tal es así que una de las conexiones más
interesantes para tratar este tema sean historias como Encuentro nocturno, incluido en Crónicas Marcianas, y El otro, de Borges.
En el primero sucede un inesperado encuentro entre un hombre de la tierra
y un marciano en un sitio no al azar llamado colinas del tiempo. Allí entablan
un diálogo donde reconocen no compartir el mismo espacio físico si bien
coexistir en un tiempo sin tiempo, el lugar donde se lleva a cabo este
encuentro. Al despedirse, el hombre se retira con la sensación de haber tenido
un sueño, mientras que el marciano hace lo propio convencido de haber
presenciado una extraña visión. No son explicadas las causas de este encuentro,
de esta coexistencia temporal. Borges, lector de esta historia, retoma el tema
en un cuento de 1975, El otro y
ensaya una explicación al encuentro que guarda reminiscencias con la ficción de
Bradbury. En esta historia también hay una coexistencia de dos temporalidades
distintas, sin embargo, a diferencia del cuento de Crónicas Marcianas, aquí el personaje principal se encuentra con
una joven versión de sí mismo. Llegado el final (y tras desarrollar muchas
referencias e intertextualidades que hacen al estilo propio de este autor),
Borges ensaya una explicación doble a este fenómeno: el encuentro fue real para
el anciano, quien a partir de su memoria (o de problemas de memoria) puede
hallarse lo mismo en un tiempo que en otro; mientras que, para el joven, todo
se trató de un sueño.
En Borges prima una ironía
lógica, si se quiere, pues la explicación no deja de ser algo posible, mientras
que en Bradbury la exposición del asombro resulta más que suficiente para
llevar exitosamente su narrativa. Encontramos también, conexiones más
contemporáneas a Bradbury, textos donde lo “marciano” es un detalle superficial
y donde lo que se pone en juego son aspectos psicológicos o de conductas.
Relaciones entre argumento semejantes encontramos en el relato Yllya. Pese a los sueños premonitorios,
pese al uso de la telepatía, la idea de un matrimonio instalado en la
rutina el aburrimiento, con un marido
amenazado por la llegada de un extranjero, que finalmente asesina a ese
visitante para proteger su rutina y su confort, no parece una historia que
solamente ocurra en Marte. La podemos encontrar aquí mismo, en nuestro planeta,
en sinnúmero de dramas pasionales, mejor o menor tratados. Sin embargo, por la
época en que fue escrito, por el estilo sugerente de todo el texto (cuya escena
más violenta es descripta con sutileza oportunamente por el narrador) guardan
reminiscencias con las corrientes realistas y, en particular, con el realismo
minimalista cultivado en Norteamérica por ese entonces. Hay pasajes que remiten
a la prosa de Raymond Carver, el drama matrimonial, los celos y la rutina, son
algunos de los temas que este autor norteamericano enmarcado dentro del minimalismo
retoma frecuentemente en sus historias.
Otra referencia interesante y notable encontramos en Usher II, una historia de venganza en un universo construido a
partir de la estética de Edgar Allan Poe, fundador también del otro género
trascendental para la modernidad, el policial. En Usher II varios textos de Poe son conjugados dentro de una sola
trama que responde al mismo mecanismo desarrollado por este clásico autor de
fines del siglo XIX: el protagonista es un maníaco que debe satisfacer una
venganza cruel. Como contraparte, Bradbury selecciona un tópico no menos
interesante del siglo XX, la censura extrema en pos de las “buenas costumbres”.
Un poco también como ocurriría en otra novela de Bradbury también famosa, Fahrenheit 451.
Hemos examinado hasta aquí una algunas de las relaciones que se presentan
en estas historias pero creo que son suficientes para demostrar que Crónicas Marcianas está inspirada en
diversos relatos que guardan notables vínculos o referencias culturales más que
con visiones de un futuro posible. Claro que, si nos atrevemos a pensar en un
tiempo cíclico como imaginaron los griegos (y que Borges siempre nos recuerda),
entonces, en algún tiempo, estas historias podrían ser realidades posibles o,
al menos, un documento fidedigno sobre lo diverso de la condición humana y, en
particular, de sus obras literarias.
BIBLIOGRAFÍA
·
ASIMOV, Isaac (comp.) (1986) La Edad de Oro de la ciencia ficción. Ed.
Orbis, España.
·
BERMAN, Marshall (2013). Todo lo sólido se desvanece en el aire. Siglo XXI, México.
·
BORGES, Jorge L. (1975) El otro en El libro de arena. Emecé, Buenos
Aires.
·
BRADBURY, Ray. (1975) Crónicas Marcianas. Minotauro, España.
·
CASULLO, Nicolás y otros (2009). Itinerarios de la modernidad. Eudeba,
Buenos Aires.
·
SATOR (¿?): “¿Qué
es el topos narrativo para la
SATOR ?” (Sociedad para el análisis de la tópica
narrativa, por sus siglas en francés). Definiciones propuestas por Jan Hermann,
Michelle Weiss y Pierre Rodríguez, con traducción de Susana Gómez.
·
SCHMIDT-WELLE, Friedhelm. Regionalismo abstracto y representación simbólica. Publicado en Revista
Relaciones. Estudios de historia y sociedad, vol. XXXIII, núm. 130, 2012, pp.
115-127. Colegio de Michoacán, A.C. Zamora, México.