El
fin del mundo despertó su odio.
No
esperaría sentado el azote de las plagas, ni sufriría su cuerpo.
Él
se encargaría de purificar el mundo una
vez más para evitar llegar a tales extremos.
Desde
el alto edificio, enfoca la plaza, la hamaca, la cabeza de un niño.
Aprieta
los dientes.
Aprieta
el gatillo.