Ayer
encontré un viejo video que vendían por tevé, entre cremas rejuvenecedoras de
aparatos de tortura. Un video titulado Bloopers de la crucifixión. Lo
auspiciaba una marca de galletitas que supuestamente te levantaban el ánimo.
Llevé
el video a una fiesta de amigos. Nos sometimos como zombis a la radiación del
tubo para estupidizarnos lo suficiente como para poder hablar con la gente de
la calle.
No
quiero hablar sobre cómo acabamos esa noche, imitando a Cristo y su estilo
primitivo de hippismo.