MOSAICO

Cuéntame, Musa, la historia de la mujer de muchos senderos, que anduvo errante muy mucho después de Troya sagrada asolar; vio muchas ciudades de hombres y conoció su talante, y dolores sufrió sin cuento en el mar tratando de asegurar la vida y el retorno de su compañero.
Mas no consiguió salvarlo, con mucho quererlo, pues de su propia insensatez sucumbió víctima, ¡loca! de Hiperión Helios las vacas comió, y en tal punto acabó para él el día del retorno.
Diosa, hija de Zeus, también a nosotros, cuéntanos algún pasaje de estos sucesos.
Juana, la pequeña de expresión triste, articula lentamente sus pesares.
-Feliciano me adora y le aborrezco; Lisardo me aborrece y yo le adoro; por quien no me apetece ingrato, lloro, y al que me llora tierno, no apetezco.
A su espalda, Ida, la soñadora dormida, extiende sus brazos en dirección a Juana; la pequeña de expresión triste sigue con la mirada fija en el suelo, inmutable, e Ida extiende la punta de sus dedos, a punto de tocar a Juana, pero sin atreverse.
-Lo que siento por ti es tan difícil. No es de rosas abriéndose en el aire, es de rosas abriéndose en el agua.
Pero Juana no la escucha. No hay necesidad. Juana da alimento y cobijo a todas, pero no les exige vasallaje: por eso suelen llamarla “La pequeña”.
-A quien más me desdora, el alma ofrezco;  a quien me ofrece víctimas, desdoro; desprecio al que enriquece mi decoro y al que le hace desprecios enriquezco.
En una diminuta celda en el extremo de la habitación, Leah, la de las jaulas emotivas, murmuró con rabia:
-Una mirada desde la alcantarilla puede ser una visión del mundo.
Pies y manos encadenados a la pared, Leah, la de las jaulas emotivas, inmovilizada, escuchó con desdén los fragmentos de Ida, la soñadora dormida.
-Lo que siento por ti. Esto que rueda o se quiebra con tantos gestos tuyos o que con tus palabras despedazas y que luego incorporas en un gesto y me invade en las horas amarillas y me deja una dulce sed doblada…
Juana, la pequeña de expresión triste, abre sus ojos y gira en dirección a Ida. La soñadora dormida se asusta y abre la boca bien grande, pero ningún grito se deja oír.
-Amor empieza por desasosiego, solicitud, ardores y desvelos; crece con riesgos, lances y recelos; susténtase de llantos y de ruego.
Tras las rejas, Leah, la de las jaulas emotivas, hablaba sola, en creciente agitación.
- Esta lúgubre manía de vivir esta recóndita humorada de vivir te arrastra Leah no lo niegues.
En una nube de humo gris, Ida, la soñadora dormida,  fue arrojada en la celda junto a Leah, la de las jaulas emotivas. Presionó su rostro sobre las frías rejas, en busca de la imagen de Juana, la pequeña de mirada triste.
- Lo que siento por ti es tan difícil, tan doloroso…
Leah, la de las jaulas emotivas, observó con desprecio a la desgraciada Ida:
-Una mirada desde la alcantarilla puede ser una visión del mundo.
-…No es de rosas abriéndose en el aire, es de rosas abriéndose en el agua...
Leah encendió un cigarrillo y lanzó una bocanada al aire.
-La rebelión consiste en mirar una rosa hasta pulverizarse los ojos.